Articulo 18 Constitucion de la Nacion Argentina:
Ningun habitante de la Nacion puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisines especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra si mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como tambien la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinara en qué casos y con qué justificativos podra procederce a su allanamiento y ocupación. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas politicas, toda especie de tormentos y los azotes. Las carceles de la Nacion serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzcan a modificarlos mas allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice.
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No tenía ganas de contar esta historia, sin embargo, algo dentro me impulsaba a no querer guardar este silencio por mas tiempo para que, de una buena vez mi alma descansara en paz.
Marta se había puesto de novio. Mi compañera en las eternas tardes de rayuelas y juegos de escondidas, tia de mis muñecos, que eran mis hijos, enfermera de todos ellos, cuando yo hacía guardia porque habían levantado fiebre y corrían peligro de contraer un resfriado. Yo en cambio, seguía sola. Tal vez, porque los juegos se habían terminado y la realidad me encontro con una indesicion absoluta para enfrentarla. Debo aclarar que nunca en mi alma se cruzaron sentimientos de envidia ni nada que se le pareciera. Simplemente las cosas se dieron así.
Como decía, el muchacho se llamaba Santiago y salían apenas hacía dos semanas; se habían conocido hacia un año y ocho meses a la salida de una de las discotecas de moda por esos momentos hoy olvidadas por las generaciones futuristas. O por lo menos eso me contó ella. Es que con los años, la amistad se aplaca. Uno puede tener un cariño enorme por alguien, saber que cuenta con un hombro para llorar, pero en esos años, la amistad se basaba, como todo, en la desconfianza. No se sabía a ciencia cierta hasta donde confiar; tanto era para nosotras esa realidad, que en el último año, nos habíamos distanciado muchísimo. La verdad, es que Marta, había comenzado a relacionarse con gente que militaba para agrupaciones de izquierda y dadas las condiciones en que se encontraba el país, eran proscriptas. Ella compartia este gusto con su reciente novio, y no es que a mi me desagradaran, pero yo tenía una ferrea educacion de clase media que, sumada a mi problema de indesición, no me permitian comprender cual era el camino que deseaba transitar. Todavía recuerdo el dolor que represento para mis padres el que yo quisiera anotarme en la carrera de letras que dictaba la UNLP. Mi patria de papel, del color del cielo, no auguraba un buen futuro para los intelectuale, o eso era lo que mis padres pensaban.
Un día, que comenzó siendo como los otros, Marta no llegó a la cursada, fue extraño, porque hasta la noche anterior habíamos estado estudiando para el primer parcial de griego. Algo tenía que haberle sucedido; imagine que los nervios por fin la habrían traisionado porque eso no había pasado desapersibido a mis ojos, la noche anterior. Es que había que sumarle a los nervios propios de cualquier parcial, los desagradables momentos que nos hacian pasar los impositores de orden, que cada día interrumpian clases, buscando mensajes ocultos en cuadernos, bolsillos, entrepiernas, carteras y portafolios, mientras algun desprevenido, sin conocer la lengua de Aristoteles, exigía al profesor de turno una explicación de que era lo "que carajo decian esos papeles de mierda" . No era facil resistir tanto atropello autorizado por la ley de los vencedores. El examen pasó ese día como en otros tiempos mejores, nadie llegó a interrumpir, y no hubo que suspender hasta nuevo aviso las clases. Marta no había dado señales de vida.
Cuando llegué a casa, aun preocupada por la ausencia de Marta, mi madre festejaba. Era joven todavía, aunque el trajin de una vida de ama de casa, le había dado un sin fin de arrugas a su frente, producto indudable de los regateos en los mercados y en los almacenes, donde cada media hora todo aumenteba. Como antes dije, eramos una familia de clase media, que había recorrido su pais, pero que prefería Mar del Plata, para sus vacione veraniegas. Aunque por aquel entonces, no muchos pensaran en eso. Pero volviendo al relato, aunque lo anterior no deja de ser importante para la narración, mi madre festejaba, ella vivía en una realidad paralela de ama de casa machista, que no tenía ideas propias, pero que repetía la opinion de todos aquellos que tenían un espacio en las emisoras; para darla, siempre y cuando fueran moralmente derechistas. Por ende ese día, no me extraño del todo que estuviera contenta. La salude con un beso pulcro y critiano en la frente y continue hacia la sala. Llame a la casa de Marta. En un primer momento dude que alguien atendiera, por que los minutos con el tubo aferrado a mi mano y pegado a mi oreja, se me hicieron eternos, pero cuando ya me disponía a cortar, una vos masculina y fría como las noches de tormentas, disparó un hola, escarchado. Atendió Santiago. Cuando respondí a ese saludo gelido que me sorprendió, porque no era normal que el novio de una nena bien atendiera el telefono a esas horas, su vos dudo un segundo, pero se relajo con resignación, era evidente que esperaba a alguien mas, supuse que a Marta. Pero en ese momento no sabia lo equivocada que estaba. Sin preambulos, y sin un poco de anestesia me dijo:
-...entraron por la cocina, y se la quisieron llevar por la fuerza. Ella se negó... conocía sus derechos... - en ese momento se quedo en silencio y de fondo comenzó a oírse un grito ahogado, mezclado con un llanto desesperado. Supe entonces que estarían sacando el cuerpo. No pude seguir escuchando y corte, el dolor era agobiante.