Hace tiempo buscaba algo distinto sobre lo que escribir. Anoche, en medio de una de esas frustraciones que solo pueden hacerme agarrar los incomprensibles comandos de Internet y, mientras chateaba con una amiga (porque es la única cosa que manejo maso) me dijo algo sobre su próximo cumpleaños. De como se sentía con respecto a la imagen que se había hecho de sí misma a esta edad, cuando aun era una niña. No recuedo que le conteste, pero debe de haber sido una pavada, porque tampoco yo estoy del todo feliz con esa yuxtaposición de imagenes. Menos ahora, cuando yo misma me encuentro tan cerca de mis 26 años.
Sin embargo, cuando dejamos de lado las comodidades de la distancia y el anonimato del teclado y nos juntamos todos a cenar, y nos llega el momento de la nostalgia, que inevitablemente nos llega, aunque siempre cambiemos el lugar, o a una o dos personas que se restan o se suman; o estemos en un bar, en la calle, o en nuestro caso en el bingo (porque los bares son muy oscuros, tienen la música muy alta o están muy llenos de pendejos, mozo/as que no tienen mucho interés en el respeto por los demás ni en el trabajo que realizan). Ese momento de recordar nos atrapa, nos enredamos en un torbellino, que nos planta en el medio de un laberinto, en el cual volvemos sobre nuestros pasos a la infancia o a la adolescencia, época de adolecer, que aunque no muy lejana (siempre nos parece que está un poco más cerca de lo que en realidad es). Recordamos con brillo en los ojos, como un momento feliz y divertido de nuestras vidas (lo malo suele quedar en segundo plano). Podemos recordar al chico que tantas lágrimas nos hizo derramar, suspiros y cargadas. Sueños y novelas mentales de las que, sin duda, hasta Shakespeare se reiría sin parar por lo melosas. Música, películas y obvio videojuegos; o en los casos mas agudos hasta de alguna época económica mejor (aunque ficticia). Donde ir al supermercado era salir de shopping, y gastar era sinónimo de BIEN ESTAR.
Con estas imagenes me fui a dormir, y desperte con una frase en la punta de la mano: Vivimos pendientes de los recuerdos, porque la memoria es lo que nos define como seres humanos... Guau... me dije..., que descubrimento... Yo que siempre le quise robarle un cacho de poesía a los recuerdos, y ahora termino dandome cuenta de esto... un poco tarde quisas, de que es algo que sucede en nuestra memoria (que es la memoria, lo delo para otro momento de inspiración). Como si recordar... bue... eso fuera a servirme para algo. Me sirvió, no es chiste. Descubrí que todas las generaciones reecordamos de forma distinta, centramos la atención en focos sorprendentes. Por ejemplo, la generación de mi abuelo, recordaba cuestiones bélicas, la de mis padres podía recordar casi toda la lista de presidentes constitucionales y no que tuvo esta hermosa patria mía. Todo pasa por distintas cosas. Nosotros, somos hijos de 2 crisis económicas muy grandes que terminaron de marcarnos como generación. Recordamos logos, marcas, pecios, modas. Sabemos de todo por escuchar a los que antes eran adultos. Mi generación es rara porque tomó un poco de todo lo anterior y lo mezcló generando un pastiche medio fulero...
Podemos vestirnos como hippis, mientras vamos escuchando en nuestros teléfonos a Nirvana, o usar ropa "flogger" y declararnos ultra socialistas. Hacernos los superados porque defendemos consignas (que aveces) ni comprendemos.
Admiradores de Kubrick, Maddona, Dalí, los beatles... el sexo, la droga y obvio el rock and roll. Teniéndole miedo a fantasmas que no conocimos y a otros que no vamos a conocer.
Lamentandonos por los sufrimientos de las generaciones pasadas, sufriendo por las futuras, sin hacer nada concreto por las presentes; por esos seres humanos que hoy están, en los que me incluyo.
Esto no tiene mucho que ver con lo que comencé diciendo, pero esto me dispara el tiempo.